La Calle de La Abada en Madrid
Todos los días desde 1971 hasta 1994 mi padre iba en transporte publico desde Parla una ciudad dormitorio del sur de Madrid hasta su humilde kiosko del cupón de la O.N.C.E el Barrio de la Concepción sito en la parte noroeste de la capital de España.
De los muchos transbordos que hacia, uno era desde el metro de Callao a una parada de autobús para coger el llamado M-8 uno de los microbuses que surcaban la ciudad.
Fue en aquella parada de bus de la Gran Vía casi esquina a una calle LA ABADA, en una de esas frías mañanas de invierno que acompañaba a mi padre a su trabajo me contó la leyenda de ese nombre tan peculiar de la calle.
Me contó que reinando Felipe II el imperio español se anexionó el imperio Portugués al morir el rey Enrique I sin descendencia. Con ello el Imperio Español abarcaba todo el orbe terráqueo es por eso que mi padre, me contaba que siempre en algún momento el Sol iluminaba una parte de tierra española a un Imperio "dónde nunca se ponía el sol".
En aquellos tiempos en esa calle había tahonas y un pequeña comunidad de monjes un priorato, con grandes eras de pastos y establos para vacas y toros. El rey el segundo Felipe cedió a esa comunidad una Abada, llamada así al ser una hembra de rinoceronte llegada desde lo más lejano de su imperio, regalo del gobernador de las nombradas recientemente y en su honor Filipinas.
Automáticamente se convirtió en una atracción donde forasteros, malandrines, clérigos, nobles y lugareños iban a ver ha aquella bestia con un sólo cuerno.
La leyenda cuenta todas las madrugadas un zagal daba de comer a la bestia, una noche le dio un panecillo o mollete recién hecho que llevaba en el morral. La bestia se quemó la lengua al estar muy caliente el centro de panecillo, esto encolerizo al rinoceronte que destrozo las tablas que le atrapaba y embistió contra el pobre chaval matándolo.
MICRO BUS |
De los muchos transbordos que hacia, uno era desde el metro de Callao a una parada de autobús para coger el llamado M-8 uno de los microbuses que surcaban la ciudad.
Fue en aquella parada de bus de la Gran Vía casi esquina a una calle LA ABADA, en una de esas frías mañanas de invierno que acompañaba a mi padre a su trabajo me contó la leyenda de ese nombre tan peculiar de la calle.
Me contó que reinando Felipe II el imperio español se anexionó el imperio Portugués al morir el rey Enrique I sin descendencia. Con ello el Imperio Español abarcaba todo el orbe terráqueo es por eso que mi padre, me contaba que siempre en algún momento el Sol iluminaba una parte de tierra española a un Imperio "dónde nunca se ponía el sol".
IMPERIO ESPAÑOL |
Automáticamente se convirtió en una atracción donde forasteros, malandrines, clérigos, nobles y lugareños iban a ver ha aquella bestia con un sólo cuerno.
La leyenda cuenta todas las madrugadas un zagal daba de comer a la bestia, una noche le dio un panecillo o mollete recién hecho que llevaba en el morral. La bestia se quemó la lengua al estar muy caliente el centro de panecillo, esto encolerizo al rinoceronte que destrozo las tablas que le atrapaba y embistió contra el pobre chaval matándolo.
El terror se apoderó en las calles de Madrid donde alguaciles buscaban a la bestia, que apareció en las eras del lejano pueblo de Vicálvaro.
Años después leí otra leyenda en la que aquella bestia era una atracción de Feria de unos saltimbanquis portugueses que se establecieron en aquella zona, por aquel tiempo.
Otro día montados en aquel microbus y pasando por la plaza de Cibeles me contó algo de un fantasma en aquél palacio abandonado esquina a la calle de Alcalá.
Pero eso será en otra crónica del Reportero Histórico.
Desde Madrid, el reportero histórico